MARIA Y LAS MUJERES EN LA IGLESIA

En el marco del tema del mes ‘Mujeres Latinas y Teología’, las Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) nos concedieron un espacio en el que nos compartieron sus conocimientos con respecto a la Mariología y al rol de la Virgen María en la Iglesia, y la forma en la que las diversas interpretaciones de este rol han idealizado nuestro papel como mujeres practicantes de la fe católica.

El CDD es un movimiento autónomo de personas católicas, feministas, comprometidas con la búsqueda de la justicia social y el cambio de patrones culturales y religiosos vigentes en nuestras sociedades, que defiende el derecho a decidir y la vigencia plena de los derechos humanos, especialmente los sexuales y reproductivos, desde una perspectiva de género y teología progresista para contribuir a la transformación sociocultural, la democracia, y el Estado Laico.

¿Qué es la mariología y por qué es importante en la teología y para las mujeres?

Retrato de la artista como la Virgen de Guadalupe, 1978.  Yolanda M. Lopez

Retrato de la artista como la Virgen de Guadalupe, 1978.
Yolanda M. Lopez

La mariología es un conocimiento dentro del saber teológico que aborda el estudio de  la  virgen  María o María de Nazareth  considerando su significado para las diversas corrientes cristianas que tienen en ella un símbolo. Para el pueblo cristiano María está estrechamente unida al plan de la salvación; de allí se desprende el gran valor de los dogmas marianos ( la Inmaculada concepción, la Asunción de la virgen al cielo, en cuerpo y alma, la Virginidad perpetua, la Maternidad divina), de su interpretación y de lo que esta pueda alumbrar para quienes la siguen devotamente, en todas sus diversas advocaciones (dones o milagros) a lo largo y ancho del orbe cristiano. Alrededor de la figura mariana se han producido a través del tiempo numerosas discusiones y agrias polémicas: ¿quién fue María? ¿por qué se pretende darle tanta centralidad? ¿cuál es su mensaje? ¿debe venerarse a María como divinidad, debe ser reverenciada por encima de los santos o considerada al nivel de estos para su veneración? 

Dilucidar estos y otros asuntos no solo a la luz de los dogmas sino transitando por la historia del culto cristiano y de su larga tradición, detenerse en las consideraciones asociadas a ellos y en lo que  los hizo posibles es un fin de la mariología, como también lo es dar sentido a lo que  María representa para las mujeres en los tiempos que corren

La mariología es importante para las mujeres puesto que en el caso de las que han sido formadas, inculturadas, aculturadas o si se prefiere educadas bajo los preceptos católicos y dogmas marianos, su vida ha estado atravesada por la distancia sideral que existe entre el modelo de santidad virginal, impoluto, a seguir (María)  y sus vidas reales vividas y sufridas en  condiciones humanas, contradictorias, con multiplicidad de elementos de características  variadas y diverso origen que se entrelazan y se funden innumerables veces,  marcadas por las profundas huellas de un cristianismo patriarcal  en el que las mujeres aún teniendo presencia y acción han sido desdibujadas y opacadas. De allí que algo más de suma importancia para las mujeres sea desentrañar de los textos, de la tradición  y de la historia lo que María pueda tener de mujer que transforma su realidad, moviliza y canaliza a la par de otros los recursos a su disposición para conseguir mejores condiciones de existencia y de mujer que observa, escucha, medita y pasa por su corazón lo que acontece dándole honda significación para permitir que emerja la fuerza que hace posible continuar con  esa tarea.

¿Desde la mariología, qué podrían decir sobre las posturas de la Iglesia católica y los mitos alrededor del tema de salud sexual y reproductiva?

Margaret F. Stewart: Nuestra señora de Guadalupe, 1978. Yolanda M. Lopez

Margaret F. Stewart: Nuestra señora de Guadalupe, 1978. Yolanda M. Lopez

Las posturas que ha tenido la Iglesia católica sobre el tema de salud sexual y reproductiva han estado condicionadas por el hecho evidente de que la Iglesia, tanto en el sentido de ser una institución, una jerarquía y también un templo; como en el sentido de ser la gran asamblea de los fieles que adoptan sus preceptos , está inscrita en la historia, en el tiempo que transcurre desde sus orígenes hasta el presente y, por tanto, esas posturas han experimentado algunos cambios, no han sido siempre las mismas, tienen matices dependiendo de la época de la cual se trate. Por supuesto han sido posturas atravesadas por las tensiones propias del devenir en el que se inscribe la existencia.

Considerando que la salud sexual y reproductiva de las personas, las parejas y las familias es un estado de pleno bienestar físico y  emocional del que se derivan beneficios para la sociedad, desde la mariología se puede afirmar que la figura de María de Nazaret ha sido utilizada para conservar, idealizar y sacralizar una idea de pureza y castidad que riñe con la vida y con el mantenimiento de ella además de cercenar a las mujeres el disfrute de su sexualidad y de su autonomía reproductiva;  de contera, crearles e imponerles culpas por ejercer una sexualidad sana y placentera.

En el caso de la procreación, mantener la idea de la maternidad solo dentro del matrimonio conformado por un hombre y una mujer, y  evitar el uso de anticonceptivos para que sean los métodos “naturales” los que regulen la natalidad hace parte de esa postura.  

Son esas enseñanzas  las  que se han sobrepuesto con mayor intensidad y han perdurado con más ahínco en el mundo cristiano. Esto a pesar de que la misma doctrina de la Iglesia, en el marco del Concilio Vaticano II, dio pautas para “la recta ordenación y desarrollo del culto a la santísima Virgen María” en la Exhortación Apostólica “Marialis Cultus” (1974) ; allí Pablo VI exhortó al pueblo católico a caer en cuenta que en la realidad de la vida contemporánea explicada por  concepciones antropológicas, sicológicas y sociológicas “ es difícil  encuadrar la imagen de la Virgen, tal como es presentada por cierta literatura devocional” porque las leyes y la evolución de las costumbres tienden a reconocerle a la mujer la igualdad y la corresponsabilidad con el hombre en la conducción de la vida familiar. Como sabemos al día de hoy  y a diferencia de lo exhortado por Pablo VI, nosotras afirmamos que lo ganado en la actualidad en materia de derechos para las mujeres, la mayoría de ellos todavía en el papel, es producto de las movilizaciones y luchas de las mujeres, del feminismo - incluyendo el feminismo gestado y acrecentado dentro de las confesiones religiosas-   y de sus organizaciones.  

¿Qué piensan de la fijación de la Iglesia católica y sus doctrinas frente a la virginidad y la maternidad de María?

Guadalupe: Victoria F. Franco, 1978. Yolanda M. Lopez

Guadalupe: Victoria F. Franco, 1978. Yolanda M. Lopez

Con respecto a los dogmas marianos de la Inmaculada concepción, la Perpetua virginidad, la Maternidad divina, la Asunción de María considero que son una muestra palpable del poderoso peso simbólico que soportamos las mujeres en tanto mujeres, originado en las raíces patriarcales y misóginas  del discurso religioso y sus prácticas en el interior de la iglesia que, además,  se hace extensivo al resto de la sociedad.

No estar a la altura de esos dogmas, esforzarnos por  alcanzar  la santidad de María, negar nuestra propia naturaleza, pretender ser perfectas, negar la realidad de la muerte, desconocer nuestros cuerpos, ignorar la salud sexual y reproductiva, ignorar el trasfondo mítico de estos dogmas a la luz de numerosos estudios teológicos y antropológicos  no puede más que añadir sentimientos de minusvalía y culpa a las mujeres. 

Es de notar que dogmas como el de la Inmaculada concepción (María no tiene pecado original por ser la madre de Cristo-Dios) y el de la Asunción (María va al cielo en cuerpo y alma) son proclamados en tiempos relativamente recientes considerando la ya larga historia del catolicismo : el primero fue proclamado por el  papa Pío IX  en 1854 mediante la Bula Ineffabilis Deus (Inefable Dios) y el segundo fue proclamado por el papa Pío XII en 1950  mediante la Constitución Munificentisimus Deus (Benevolísimo Deus). Una muestra más de que no toda la doctrina se encuentra  en el comienzo y de que como toda obra humana recorre un tiempo y recoge de la realidad cultural circundante, sea para reafirmar o para presentar resistencia, los elementos que le permiten hacerlo. 

En el caso de la virginidad de María, extensiva a las mujeres como condición para considerar su  pureza no puede más que leerse como un mecanismo de control social de la sexualidad y la reproducción  femenina; las mujeres quedan supeditadas en un espacio de control patriarcal en donde muchos varones que además de patriarcas se ven así mismos como  dioses consideran que las vírgenes les pertenecen sin apelación con los consecuentes nefastos efectos en la vida de las mujeres. 

En la misma línea, considerar la Maternidad divina de María como un mandato para las mujeres, como un ejemplo a seguir sin cuestionar, sintiendo la presión de la presencia divina para cumplir un destino ineluctable despoja a las mujeres de su humanidad y por tanto de su capacidad de decisión,  en oposición, repito, a los avances  que se presentan en la tradición eclesial nacida de la reflexión teológica, específicamente la teología feminista que con mirada crítica al dogma y siguiendo los desarrollos más contemporáneos ve en María a una mujer que a partir de sus experiencias concretas en las que participa, pregunta, observa, escucha, coordina, decide, puede en efecto ser  un arquetipo con el cual se dialoga y se discute  de manera permanente para dar nuevos significados a su presencia en nuestras vidas. 

¿Cómo visualizan el consentimiento en las relaciones sexuales frente a la concepción en la experiencia de María?

Sí, considero que las relaciones sexuales deben ser consentidas. Una de las violencias más extendidas contra las mujeres es la violencia sexual. Esta es uno de los más graves efectos derivados de esa parte del discurso mariano que al tiempo que diviniza y hace inalcanzable a María;  la muestra obediente como sierva de “su” señor. Ya he mencionado que dentro de la Iglesia los asuntos referidos a María fueron motivo de enconadas discusiones en los Concilios celebrados a lo largo de su historia. Así, por ejemplo, mientras en el siglo III de la era cristiana los padres de la Iglesia consideraron a María como “orgullosa” , “vanidosa” y con “falta de fe en Cristo”, el segundo concilio de Nicea (789 d.e.c.) la puso por encima de los santos, alguien a quien se debe reverenciar de manera superlativa. En la misma línea ya mencioné lo tardío de la proclamación de los dogmas sobre la Inmaculada concepción y la Asunción de la Virgen.

En el relato sobre la Anunciación que aparece en el evangelio de Lucas 1 ( 26-38), María ante el  anuncio del ángel, interroga, cuestiona, se pregunta, está atenta, es decir, en una actitud reflexiva,  sometida a fuerzas opuestas en su interior; y luego de ello acepta. Ha optado por un camino y por las consecuencias que se derivan de esa decisión. Es esa conexión entre los diferentes momentos que experimenta María y que la llevan a concretar una postura frente a la maternidad la que considero también debemos experimentar las mujeres ante el dilema de asumir  o no asumir el ser madres. La maternidad como experiencia profunda de vínculo con la vida debe ser deseada y responsable. Son por tanto los derechos sexuales y reproductivos un marco jurídico muy importante para dar garantía, en este caso a las mujeres, para vivir en plenitud, libres de violencia originada en la conculcación de esos derechos.

Finalizo reiterando que en estos como en otros aspectos de la figura de María y su centralidad en la práctica católica, tiene mucha importancia la mariología.

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