EL LLAMADO A SERVIR Y EL PAPEL DE LAS MUJERES DEL SUR GLOBAL
/Por: Jael De La Luz
El mensaje cristiano y el llamado a servir
Dentro de las tradiciones reformadas, uno de nuestros principios es el llamado al sacerdocio universal. Es decir, que tanto hombres como mujeres y toda persona, ya no necesitan un intermediario para llegar a Dios, sino Jesucristo mismo. Y esta premisa tiene su sustento en lo que dice la Escritura en Gálatas 3:18 “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús”. Este principio no sólo alumbra la praxis del cristianismo reformado, sino también los hallazgos plasmados en el Concilio Vaticano II dentro de la tradición católica romana. Pero la iglesia nos dice otra cosa.
Podemos claramente ubicar en el tiempo, lo difícil que ha sido encarnar el mensaje del Evangelio sobre todo en el cuerpo y experiencia de las mujeres. Sobre esto, han reflexionado teólogas identificadas con las teologías feministas liberacionistas, reiterando que las relaciones de género que parecen “naturales” (hombres/mujeres y el dominio de los hombres sobre las mujeres bajo las instituciones del matrimonio, la familia, la comunidad y el espacio de lo privado) dentro de espacios kyriarcales* hegemónicos como lo han sido históricamente las iglesias, han hecho que las mujeres y los cuerpos no binarios, vivan bajo subordinación, pobreza y violencia.
En espacios marcados por el liderazgo masculino heteronormal patriarcal, se ha recurrido hasta el cansancio a argumentos filosóficos, teológicos, de “sentido común” o de la Escritura para esencializar un ideal de mujer. Y ese ideal de mujer adquiere características propias de acuerdo al contexto y las circunstancias.
Sin embargo, siendo el mensaje cristiano un mensaje de carácter universal, por su propio devenir histórico, es difícil no cuestionar por qué aún no ha llegado la plena ordenación de las mujeres dentro de la iglesia católica después de más de 2000 años de presencia. Sabiendo que desde el inicio de su ministerio hasta su resurrección, Jesús tuvo a su lado también discípulas, siendo algunas de ellas comisionadas a trabajos que hoy llamaríamos pastorales, aún hay una resistencia al interior de la jerarquía católica que dirigida desde el Vaticano ha pasado por alto, los signos de los tiempos. Y nos referimos a signos de los tiempos a que es innegable la presencia y aporte de las mujeres no sólo en monasterios y siendo parte de órdenes religiosas seculares y regulares, como históricamente está demostrado.
Una realidad situada: América Latina y las mujeres creyentes
También se sabe que a partir del Concilio Vaticano II, cientos de mujeres pobres en los márgenes de la urbanización y la modernidad en América Latina y el Caribe, han estado animando los espacios de lectura popular de la Biblia, las Comunidades Eclesiales de Base, CEB´s (con mucha fuerza en tiempos de dictaduras y guerras civiles), la catequesis y las pastorales. Han estado articulando espacios de fe interreligiosos y ecuménicos en zonas de conflicto y guerra; manifestándose a favor de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, contra la violencia doméstica; revalorizando la medicina popular y conocimientos de salud comunitarios ancestrales, y más recientemente apoyando las luchas de las comunidades que resisten a los proyectos extractivistas y megaproyectos, ya sea desde bases populares o mediante su intervención en ONGs.
Algunas más han tomado la responsabilidad de educarse en teología para servir mejor en su ministerio a las comunidades a las que pertenecen y así crear espacios y prácticas de renovación espiritual para una mayor concientización del papel que les corresponde dentro de la Iglesia, entendida en su sentido original de Pueblo de Di*s.
Es a través de estas acciones y movilizaciones que las mujeres cristianas católicas que han asumido el compromiso de vivir el llamado a servir por Gracia, premisa máxima de la teología reformada, es que se alejan y cuestionan en la práctica y en lo discursivo la institucionalidad religiosa.
Varias veces en mi caminar como activista de base en México dentro de espacios ecuménicos e interreligiosos, pude ser testiga de cómo mujeres católicas “de a pie” tenían un llamado y un carisma para servir, siendo la vida en comunidad y el espacio religioso el centro de sus vidas. Cuando hablaba con ellas, algunas expresaban sus ganas de participar más allá del lugar que los párrocos les asignaban; algunas querían interpretar la Biblia en la liturgia y no sólo en los círculos de estudio que se hacían fuera de las parroquias. A otras las vi acompañando de manera inteligente y ética procesos de reconciliación que eran sumamente difíciles para funcionarios de comisiones de derechos humanos estatales. No tuve duda que el llamado a servir es por Gracia y que ese llamado no se ciñe a la institución. Reconozco que fui parte de un movimiento interreligioso donde se dio un rico intercambio de saberes, anhelos y experiencias entre pastoras bautistas, metodistas, presbiterianas, pentecostales, líderes de CEB´s y ex monjas o religiosas teólogas, biblistas y miembros de ONGs creando una realidad donde el sujeto teológico éramos nosotras en busca de redención y de liberación; parte de un clamor por una justicia que no nos llegaba por los líderes y las jerarquías religiosas nos ponían un largo camino para llegar a Di*s.
Ese clamor nos atravesó el cuerpo y los sentires-afectos al punto de reimaginar a Di*s fuera de las instituciones religiosas, fuera de la imagen de ser varón. Y así es cómo nos acercamos a Di*s, nombrándole como lo que es: Sabiduría Divina-Sofía.
Ese acercamiento nació de nuestro clamor por ver cómo la dignidad que Di*s nos había dado por el hecho de ser a su imagen y semejanza, ha sido desvalorizado por las estructuras que condicionan nuestra existencia. Y muchas veces los espacios religiosos, como las iglesias institucionales, han perpetuado ese condicionamiento. Y es que en tiempos como los que vivimos, donde la globalización neoliberal da espacio a movimientos fundamentalistas alrededor del mundo, los derechos de las mujeres pobres, migrantes, de color y de las disidencias sexuales, desde la década de los 90´s están siendo coptados y violentados, incluso en nombre de Dios.
Mujeres migrantes y su realidad en Estados Unidos
Por ejemplo, en los Estados Unidos, la derecha cristiana tanto en la tradición protestante como católica, al ver la fuerza de los movimientos de las mujeres sobre sus derechos reproductivos y sexuales, y el avance de la diversidad sexual, crearon en 2008 el Movimiento de la Verdadera Mujer propagándose en 2012 a América Latina en un congreso continental (lado protestante evangélico conservador), mientras que en el 2011 la parte católica conservadora creó el Movimiento Nuevo Feminismo Católico. Ambos movimientos defienden la complementariedad de los “géneros” y la función “sagrada” de la familia heterosexual**. Así la derecha cristiana al verse desafiada por la fuerza organizativa en torno a los derechos de las mujeres y a vivir libres de violencias, han intentado con fuerza perpetuar la subordinación de las mujeres a los liderazgos masculinos en espacios eclesiales.
Esta realidad tiene un efecto devastador en las mujeres pobres, migrantes y de color que viven en el territorio de los Estados Unidos. Por un lado, hacen frente a una metanarrativa que fue el principio fundacional de los Estados Unidos como nación: tierra de libertad, elegida por Di*s (doctrina de la predestinación) para ser la luz a todas las naciones, bajo el mandato político de los patriarcas que actúan bajo la voluntad de Di*s, expresando la voluntad divina en la Constitución y sus enmiendas. Es decir, habitar una América blanca, supremacista y encargada de llevar la democracia a todos los rincones del mundo. En esa perspectiva, el modelo de “mujer” construido en ese imaginario fue y es accesible sólo a mujeres blancas, de clase media y protestantes-cristianas. En ese ideal de mujer se conecta, como ideal de proyecto político, con la ideología conservadora: las mujeres “buenas” no abortan, no usas métodos anticonceptivos, apoyan los matrimonios heterosexuales, rechazan y combaten las religiones y expresiones espirituales no cristianas, y votan por quienes velen por los valores que ellas defienden.
La democracia en este contexto y para estas personas es algo que atenta contra sus privilegios, pues abre el espacio a otros que se consideran diferentes. Esa ideología al moverse de la fe al campo de los cuerpos, bajo un dominio moral patriarcal, expresa odios y exclusiones a las vidas negras, racializadas, pobres y migrantes. En el contexto norteamericano, refuerza los privilegios y opresiones que naturalizan la superioridad de pocos contra muchos, siendo esto la expresión de una minoría que tiene los medios para gobernar y tomar decisiones en nombre de otros, decidiendo cómo deberían controlarse los cuerpos, la sexualidad, la autonomía, la libertad de movimiento, y por que no, también la participación de las mujeres en la vida religiosa.
Es por ello que las instituciones religiosas que apuestan al fundamentalismo y/o conservadurismo, no ven con agrado el avance de los movimientos de las mujeres y de la diversidad sexual sobre todo de cuerpos negros, racializados, indígenas, nativos y de color. En gran parte esto puede ayudar a explicarnos por qué un personaje como Donald Trump ganó las elecciones como presidente de los Estados Unidos en el 2016.
Con una política anti-inmigrante desde su campaña política, muchos líderes de la derecha religiosa le apoyaron, mostrando su apoyo incondicional para hacer America Great Again. En su temor a cumplir con los compromisos globales de mejorar la vida de las mujeres o garantizar una mayor autonomía en la vida pública, las vidas racializadas y migrantes sufren las consecuencias. Y eso tiene un efecto tremendo en las trayectorias de vida y sueño de las mujeres y personas no binarias que desafían los discursos religiosos conservadores.
Una esperanza que no cesa
Y aquí me refiero a las mujeres que siguen resistiendo al interior de las estructuras religiosas que haciendo un discernimiento de los tiempos, y siendo fieles a su llamado o vocación de servicio, esperan un soplo de Sabiduría Divina-Sofía para que sus espacios religiosos no sean indiferentes a vivir de acuerdo a los principios del Evangelio, y a seguir siendo pueblo de Dios. En ese anhelo, muchas mujeres migrantes, negras, racializadas que de diversas partes de América Latina y el Caribe migran a los Estados Unidos buscando mejores condiciones de vida para ellas y sus familias, se encuentran que parte de su motivo es su espiritualidad y de servir/ hacer comunidad fuera de las fronteras nacionales. Se alimenta la esperanza que quizá estudiando teología, integrándose a nuevas comunidades de fe y a nuevos espacios culturales, su ministerio podrá crecer, pero a veces no es así. Llegando a nuevos territorios, como lo es Estados Unidos, se vuelven a topar con estructuras jerárquicas y patriarcales que les impiden desarrollarse plenamente. Y entonces lucha por la dignidad y la vida abundante anunciada para todas y todos, a veces es negada o silenciada.
Aún así, en los últimos años la esperanza de muchas mujeres creyentes y migrantes que en el camino se han descubierto como feministas ponen sus esfuerzos, sus prácticas y éticas feministas al servicio de un cambio estructural donde no tengan que renunciar a una parte de su identidad. Luchan por seguir siendo creyentes, luchan por su visibilidad y porque sus luchas y causas sean escuchadas y tomadas en cuenta tanto en lo público y lo privado. Y esto es un cambio grande de paradigma al interior de la propia iglesia católica.
La articulación feminista de identidad católica, no como uniformidad, abriga el poder del Espíritu Divino-Sabiduría.
Ya van más de 30 años en que mujeres católicas al interior de la Iglesia, discuten y apoyan la ordenación de mujeres al ministerio pastoral, a ser reconocidas como sacerdotes. Y ese lucha también le pertenece a las mujeres migrantes, racializadas y de color que migran del Sur Global.
En un discurso que Elisabeth Schüssler Fiorenza dictó en el 2005 dentro de la Women's Ordination Worldwide (WOW), expresó lo siguiente:
Tomando a los Santos Padres, los papas Pablo VI y Juan Pablo II, por su palabra cuando los pontífices dijeron no tener la autoridad de las escrituras o de la Tradición para ordenar hombres/mujeres como sacerdotes, los teólogos y las teólogas feministas empezaron a preguntar: "¿y que tal los cardinales?" Obedezcamos los decretos papales, sugerimos años atrás, y declaremos una moratoria de demandas por la ordenación de sacerdotisas y diáconas. ¡En lugar de esto, preparémonos para el próximo cónclave y preparemos por nombramientos de cardenales así que cardinales feministas participen en la elección no solo del próximo sucesor de Pedro sino también de María Magdalena! Si el/la no puede representar a Cristo como su vicario(a), teníamos confianza en que el/la representaría muy convincentemente a la Sabiduría Divina en todo su esplendor.
Con la lengua en la mejilla, yo escribí que sí eso fuera a pasar, me encantaría servir a la iglesia como cabeza de la CDF [las siglas por el latín Congregatio Doctorum Feministarum] para abolir de una vez por todas las teologías de la Inquisición, aunque no tendría ningún deseo de ser la sucesora del cardinal Ratzinger. Si Commonweal es correcta en que el papa Juan Pablo II una vez se llamó a sí mismo un "papa feminista," apunté, ¡su sucesor debe ser un(a) feminista! Así lo escribí en 1998. Sin embargo, siendo de poca fe, no me imaginé que esto pudiera pasar, ni oré a la Sabiduría Santa porque esto pasara.
Pero, para mi gran sorpresa, movidas por la Sabiduría-Sofía, Ordenación de Mujeres alrededor del Mundo desmanteló su campaña para diáconas y sacerdotisas y organizó una campaña para el nombramiento de hombres/mujeres a cardenales. El oficio de cardenal, argumentamos, fue instituido para proveer consejería de corte al papa. La ordenación no se requiere ni por la escritura ni por la tradición para este oficio desde que no existe evidencia de que esta institución cardenalicia vuelve a Jesús o a los apóstoles. Ciertamente, este oficio tiene una tradición larga masculina, pero esta tradición es hechiza por la jerarquía masculina. La equidad, sin embargo demandaría, decimos, que, por tanto que todos los obispos deben mantenerse masculinistas, por ejemplo abonando a la noción misógina que solo hombres pueden representar lo Divino, todos los cardenales deberían ser feministas, por ejemplo abonando a la noción radical que hombres/mujeres son la imagen de Dios y los representantes de Cristo-Sofía.
Aunque algunos hombres en el Vaticano apuntaron que es la práctica de la iglesia desde tiempos medievales la cual requiere que los cardenales deben ser sacerdotes, ellos no pudieron legitimar más su prejuicio con referencia a Cristo y los apóstoles y finalmente se rindieron. La elección y el nombramiento de hombres/mujeres como cardenales finalmente erradicaron el virus misógino el cual ha afligido a la iglesia católica romana por siglos y la ha acarreado a su parálisis y disfunción de hoy. El cardenalicio para hombres/mujeres ha abierto el único espacio democrático en la iglesia. Como cardenales, hombres/mujeres feministas fueron capaces de determinar la elección del nuevo Vicario de Cristo y, por ende, el futuro de la iglesia. Así que Miriam IV, la sucesora de María de Magdala y de Pedro fue elegida para ser la Vicaria de Cristo como prima inter pares, primera entre iguales en la ekklesia de hombres/mujeres.***
Para teólogas y mujeres creyentes de base que movilizan y sirven a sus comunidades de fe más proponiendo un cambio y crítica desde el interior de la propia institución, pensar el papel de las mujeres dentro de la Iglesia católica fue un proyecto, y es, un proyecto de largo aliento. Pero la esperanza y ese sueño ha tenido fruto. En medio del encierro global por Covid-19, el Vaticano anunció en abril de este 2020 que se ha creado una Comisión de estudio sobre el diaconado femenino. Esto viene como un fresco a renovar la esperanza de miles de mujeres creyentes que organizadas desde lo local, lo regional e internacional, esperan que esta Comisión no se quede como un “gesto” sino que sea una realidad. Y sí eso logra darse, esperamos que sean mujeres migrantes, negras, racializadas las que estén al frente de la ordenación, pues en tiempos como estos llenos de injusticias, fundamentalismos, neocolonización y odios exacerbados, muchas de las respuestas de repensar la fe para ver un Cielo y Tierra Nueva está en sus historias tejidas en las historias de sus pueblos, de nuestros pueblos.
Referencias:
*Kyriarcal es un concepto que la teóloga católica Elisabeth Schüssler Fiorenza acuñó para nombrar la intrínseca relación entre el concepto de patriarcado y antrocentrismo (ideología centrada en el varón como medida de todas las cosas y dominador/ depredador de la vida y la naturaleza) volviendo a su origen del griego kyrios, que significa emperador, señor, amo del esclavo, esposo, y del griego archein que significa dominar o gobernar.
**“Esencializando el género-teologizando la identidad de género” en, Poder, Diversidad y Religión, Sebila, San José Costa Rica, 2012.
***Véase: http://womensordinationcampaign.org/